jueves, 19 de marzo de 2015

El nacimiento (cuento corto)


El nacimiento

Vuelto de experimento macabro en monedas de a peso, giro parcial del destino hace que hoy, el padre vampiro, se encuentre presenciando el nacimiento de su primogénito.
Heredero de inmortalidad absoluta, compañero varón de salidas nocturnasâ?¦ pensaba el neófito padre mientras, la madre, sufría las contracciones características de un parto natural, dolores constantes en plena subida, al interior le sucedía uno más fuerte.
-¿Cómo será su voz?- Pensaba en voz alta el oscuro personaje padre, mientras caminaba, impaciente, en la sala de espera (que desespera). Lo primero y principal es enseñarle a volar, dominar ese arte es indispensable para nuestra especie. Si un vampiro no vuela para escapar de estacas, crucifijos o una turba con antorchas incendiarias, su vida estará limitada a pocos días.
Le voy a enseñar el oficio nocturno de hacerse amigo de las sombras chinescas símil personas, escapar del sol que deja cicatrices indelebles en la piel, corta como Gillette el cuello de un suicida. Cuídate del sol, hazte amigo de la luna, será mi segundo consejo.
Gritos desgarradores quebraban las paredes del hospital. Dolor proveniente de las entrañas hace que, el que porta colmillos, se inquiete. A su vez piensa con alegría los primeros pasos, los juegos a cazar animales pequeños, sin querer recuerda su relación con su padre, piensa en mejorar todo lo que aquel no pudo hacer, volar al ras del piso para encontrar conejos o liebres que saltan, aprehender la técnica para no fallar. Huir de ajos y aguas benditas.
Pequeña cuna ataúd, blanca inmaculada, preparada para tu llegadaâ?¦ Imagina el padre y sus ojos vidriosos demuestran que, adentro, tiene algo similar a un corazón. Lejos queda ese monstruo aislado en soledad que vagaba por las noches.
Un grito potente lo devuelve de su estado de somnolencia. El hijo del vampiro ha nacido.
-¿Quiere conocerlo?- Decía el jefe de médicos.
Sonrisa inmensa, casi macabra para el resto. Eleva sus pies a tres centímetros del suelo â?? Claro que si- Responde.
Se acerca a la pequeña urna. Los ojos se llenan de terror, de bronca, tanto que rompe en pedazos las flores de bienvenida. Pregunta al cielo el porqué de terrible maldición, mientras el infante balbucea un llanto.
-¡Callen a esa bestia!- Grita imperativamente y clava su puño en la pared
â?? Ã?l no es mi hijo- Sentencia y un silencio sepulcral inunda la habitación.
En la cuna un hermoso y rosado niño rubio sin colmillos se ha quedado sin padre.

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