
Situación Social:
La organización de esta sociedad era de carácter colectivista: las tierras eran propiedad comunal y se trabajaba en forma colectiva. Dentro de los ayllu, dice Lehmann, "se adoptaba el principio patrilineal. Los miembros de un mismo clan se consideraban unidos por consanguinidad: el ayllu constituía una unidad tanto económica como religiosa; lo regía un curaca que asumía las funciones de juez supremo y tomaba el mando en tiempos de guerra. Los ayllu eran la unidad social elemental, compuestos por clanes, familias agrupadas, que compartían una determinada porción de tierra -el tamaño variaba-, animales, cultivos y rendían culto a un antepasado común. Por tanto, nadie era dueño individualmente del terreno; este era propiedad del Estado que cedía temporalmente a los súbditos para la explotación. Al menos dos tercios de los beneficios de las tierras debían ser destinados como tributo al Inca y al mantenimiento de la religión. El ayllu y su productividad eran controlados celosamente por un jefe (el curaca); a veces asistido por un Consejo de Ancianos. También existía otro régimen de trabajo denominado mita, que era un servicio que los hombres -por períodos más o menos prolongados, alejados de sus familias-. Generalmente eran destinados a los rincones más inaccesibles, alejados e inhóspitos del imperio, donde se los empleaba en la construcción de puentes, edificios, caminos, en los durísimos trabajos

En adición a la inexistencia de la propiedad privada sumemos la de la actividad remunerada: los súbditos eran obligados a trabajar de sol a sol en la construcción de obras de regadío, edificios públicos, mitas, puentes, túneles, caminos, etc. Cada día, "a la primera luz del Sol", debían levantarse e ir a trabajar. Desayunar era impensado, salvo por la ingestión de una bebida espesa, tóxica, que olía a malta, con la que engañaban el hambre por un rato.
La clase dirigente era una aristocracia proveniente del clan incaico, compuesto por tres grupos. El grado superior era ostentado por el rey, sus hermanos y hermanas, y descendientes de estos. El segundo grupo lo constituían las pallas, concubinas del inca -también de sangre real- y su descendencia (a veces, a la cabeza se ubicaba a un hermano del Inca). Por último, el tercero, inferior, estaba compuesto por concubinas que no poseían sangre real. De los descendientes de los últimos dos grupos provenían las clases dirigentes del imperio (clero, ejército, política, administración, etc.). La poligamia sólo era permitida al Inca y a las clases privilegiadas, siendo rigurosamente castigada cuando se descubría practicándola a quien no perteneciera a esos estratos. Es de hacer notar que, dado que la poligamia era permitida a los monarcas, estos llegaron a tener, en ocasiones, 500 hijos; que pasaban luego a integrar parte de la nobleza. Los nobles y demás clases dirigentes estaban exentos de pagar impuestos y de realizar actividades y trabajos manuales, teniendo derecho a la mejor educación disponible.

La esposa principal del Inca era su hermana, cuyos numerosos hijos aseguraban una descendencia "pura". No obstante, estaba estrictamente prohibido al resto de la población casarse con miembros de su familia, como se encarga de demostrar claramente su ley al respecto:
"Yo, el Inca, ordeno y decreto que nadie se case con su hermana ni madre, ni tampoco con su prima primera, tía o sobrina, bajo pena de ser sus ojos extraídos, porque solo el inca tiene derecho de casar con su hermana carnal".
Las leyes no siempre afectaban a los nobles, cuyas prebendas eran a veces ilimitadas. No obstante, parece ser que en este sentido fueron más estrictos que aztecas y mayas; al menos en la teoría, ya que por mismo delito se mandaba a castigar más duramente al noble que al plebeyo. Según Von Hagen, quien reproduce decenas de códices indígenas que ilustran los castigos y torturas comunes entre los incas, "lo que era muerte para los nobles, era tortura para los indios" -que en este caso implicaba sacarle uno o dos ojos de la cara".
¿Cómo era la vida cotidiana de los indígenas, súbditos y/o esclavos, en el Imperio Inca? Un buen cuadro de esta situación podemos encontrarla en los estudios del historiador Louis Baudin, calificando al Inca como un "imperio geométrico y frío, vida de uniformidad y hastío", donde nada se ha dejado al azar o a la creatividad personal. "Ni ambición, ni deseo, ni gran alegría, ni gran pena, ni espíritu de iniciativa, ni espíritu de previsión". Dice seguidamente:
"El indio del pueblo toma la mentalidad que le caracterizará definitivamente, la de la llama perdida en el rebaño, que obedece las órdenes de un pastor lejano e invisible. A medida que el imperio se extiende y fortifica, el individuo se repliega más sobre sí mismo y se esfuma, porque no tenía más que obedecer, pues no contaba para nada cuando se trataba del interés del Imperio, sabiendo lo que le esperaba si no obedecía estrictamente las leyes y reglamentos (...) La monotonía, la tristeza que debían chocar más tarde a los conquistadores, eran para él testimonio del perfecto funcionamiento mecánico de una planificación que no podía admitir la fantasía sin renegar de sí misma".
No les estaba permitido poseer nada, como se encarga de confirmar el mismo Inca Garcilaso -siempre pronto a la idealización del pasado incaico y poco propenso a hacer concesiones a los españoles- en su monumental obra sobre esta cultura, desde donde, entre otras cosas, da precisa cuenta de la crueldad y exterminio realizado por Atahualpa contra la porción del pueblo que apoyaba los derechos de sucesión de su hermano, Huáscar.
Ha sido Francisco Morales Padrón quien pintó el cuadro más preciso de la desdichada situación del pueblo sometido al despotismo incaico:
"El sistema político administrativo incaico se reducía, como ya ha quedado señalado, a la existencia de un gobierno autocrático que regía en provecho de una minoría. La autoridad de la casta dominante descansaba en la religión, bajo la cual yacía el pueblo sometido a la ignorancia a continuo trabajo. Se castigaban la ociosidad, madre de todos los vicios... Todo conducía a una felicidad negativa: la reglamentación de la vida, la idéntica comida y traje, la centralización a través del clan y el Ayllu, el colectivismo agrario. No había personalidad ni concepto de propiedad individual, ni sentimiento de patria. No había progreso y sí despreocupación e ignorancia por parte del individuo, que tenía para sí al Estado para reglamentarlo todo. El individuo era la pieza de una máquina".
Un autor antiespañol, el protestante francés Pierre Chaunu, ofrece el siguiente cuadro de la realidad incaica:
" (...) No existía la propiedad individual de la tierra. Fue un régimen de fuerza y de debilidad. De fuerza, porque el régimen incaico permitió la realización de prodigiosos trabajos colectivos: palacios, templos, caminos pavimentados, fortalezas en lugares estratégicos, cultivos en terrazas, acueductos para las ciudades e irrigación; de debilidad, porque preparaba a un pueblo de dóciles campesinos, sometido a todas sus exigencias".
Es claro que, dadas tales condiciones, no guardara el pueblo más ambiciones que lograr el sustento diario y evitar ser linchado por tribus rivales vecinas. Su primera y única meta era sobrevivir un día más. La gran docilidad y pasividad de estos indígenas ante la situación de opresión en que vivían se explica en la ferocidad de las leyes de aquel Estado totalitario. Comenta Juan Manuel Balcazar desde su "Historia de la medicina en Bolivia", citando las palabras de Pachacutec, que fue el noveno gobernante inca: "El inca Manco Kapac ordenó que se amarre la cabeza de los indios recién nacidos para que crezcan con deficiencia mental, ya que los indios con cabeza grande y redonda eran muy emprendedores y en especial muy desobedientes". Queda claro aquí que la intención de los reyes incas, del imperio, es la conformación de un pueblo de pusilánimes, sumisos y obedientes.

Es interesante comprobar que observamos aquí los rasgos fundamentales del régimen totalitario, muy similar al impuesto por los comunistas en épocas de Lenin y Stalin. A decir verdad, el sistema soviético, parece copia acabada y precisa del terror azteca o inca, principalmente. Digamos en defensa de lo recién aseverado que bajo este tipo de gobiernos, inca, azteca o comunista, los hombres no podían elegir su oficio ni lugar de trabajo, puesto que esto era decidido por el Estado, omnipotente y omnipresente, arbitrariamente, como no podían tampoco elegir su religión. De más está decir, que, como recién mencionamos, no existía la posibilidad de protesta por parte de los perjudicados, a menos que buscaran la muerte segura o, como mínimo, gravísimos castigos. Al igual que los Gulags soviéticos, las personas eran usualmente destinadas a trabajar, en condiciones infrahumanas, a los lugares más recónditos del Imperio -si así se juzgaba preciso-, apartados de sus familias y lanzados a climas y condiciones a las que no estaban acostumbrados; política esta que, como hemos mencionado anteriormente, generó muchas muerte, no solo en casos de inadaptación climática, sino a causa de la tristeza -sufrida al verse alejado de sus seres queridos- y de los trabajos forzados y duros de las minas, que los llevaba muchas veces al suicidio o embriaguez. En cuanto a las mujeres, estas eran consideradas como bienes del Estado. Eran seleccionadas y distribuidas de la siguiente forma: unas entre los señores (las nobles), otras destinadas a sacrificios humanos y el resto dadas como esposas o concubinas a hombres del pueblo e incluso a esclavos.
La maternidad, por cierto, no merecía especial preocupación al incanato, obligando a las mujeres que parían a retornar sus arduos trabajos antes de finalizadas las 24 horas posteriores al nacimiento.
"El pueblo incaico -escribe Prescott-, trabajando toda su vida para otros, podría compararse a un criminal empleado en obras públicas, que sabe muy bien, que por útiles que sean sus fatigas al estado, a él de nada le sirven". Concluye el mismo historiador, al final de su primer libro, con lo siguiente:
"No había peruano bastante oscuro para sustraerse a la paternal vigilancia del gobierno, ni bastante alto para que en todas las acciones de su vida, no le hiciesen conocer que dependía de él estrechamente. La sociedad absorbía su existencia como individuo. Sus esperanzas y temores, sus alegrías y pesares, las más delicadas simpatías del corazón, que huyen tanto de manifestarse a la luz, todo debía ir arreglado a la ley, sin permitirse siquiera que fuese feliz a su modo. El gobierno de los Incas era el más suave; pero al mismo tiempo el más inquiridor de todos los despotismos".
Economía
La actividad económica principal era la agricultura. Si bien no conocían la rueda ni el arado, lograron practicar esta actividad en forma bastante exitosa. Mediante el método de la siembra escalonada lograron desarrollar esta actividad también en las montañas, empleando sofisticados sistemas de riego. Su principal cultivo era el maíz, yuca, papa, frijoles, algodón, tabaco, coca. Poseían un rudimentario sistema de numeración compuesto de cuerdas y nudos, llamado quipus. A diferencia de las grandes culturas mesoamericanas, practicaron cierta forma de ganadería, particularmente la cría de llamas. Contaron también con bestias de carga, gracias a la domesticación que habían logrado de la llama y la alpaca (aunque no se sabe a ciencia cierta cuán frecuentemente la utilizaron en los trabajos).

Fueron hábiles alfareros, artesanos y lograron una importante industria textil, aunque sin lograr la perfección de los nazcas. Tuvieron algunos conocimiento médicos y parece estar probado que llegaron a practicar trepanaciones (operaciones quirúrgicas) en los heridos de guerra, aunque el porcentaje de sobrevivientes a estas intervenciones era escaso. Como anestesia utilizaron la chicha (bebida alcohólica) y la coca. Su arte fue bastante pobre. Sus obras arquitectónicas y sus conocimientos de esta disciplina fueron muy elementales y rudimentarios, al menos en comparación con las mexicas e incluso otras culturas andinas, como Tiahuanaco, donde podemos apreciar, entre otras construcciones, la pirámide Akapana, el recinto de Kalasasaya, Pumapunku y Piedra del Sol. En el campo científico permanecieron en un nivel bastante elemental. Sus conocimientos astronómicos fueron relativamente considerables, pero muy inferior al de los mayas.
Leyes y castigos
Naturalmente, cual régimen totalitario, los delitos contra el Estado eran considerados de lesa majestad; mucho más graves y terribles que aquellos entre particulares (aun tratándose de homicidio). Robar una papa, por ejemplo, era castigado con la muerte, ya que la ley interpretaba que se había atentado contra el mismo Inca; esta acción se entendía equivalente a interrumpir en la cámara del Inca mismo. Idéntico destino le cabía al holgazán o perezoso, por considerarse que no trabajar o no producir de acuerdo a lo convenido era lo mismo que privar al inca del justo servicio de sus súbditos. Las forma de muerte estipuladas para este tipo de delitos, luego del repudio y la humillación pública -a veces combinado con torturas y azotes-, eran las siguientes: ahorcamiento, lapidación o empujar al infractor a un precipicio -ejecución muy común entre los mayas-.
Toda resistencia a los decretos reales era considerada un sacrilegio que el gobierno teocrático castiga severamente, generalmente con la muerte. La mayor parte de los delitos eran castigados con el último suplicio; como el incesto, la traición e incluso los robos más leves. Felipe Guamán Poma de Ayala, indígena converso, comenta la severa política de castigos aplicada por los incas en distintos delitos:
"Mandamos que no haiga ladrones en este reino, y que por la primera vez, fuesen castigados a quinientos azotes, y por la segunda, que fuese apedreado y muerto, y que no entierren su cuerpo, sino que lo comiesen las zorras y cóndores (Nueva Crónica 187). El adulterio tiene pena de muerte (307), y también la fornicación puede tenerla: doncellas y donceles deben guardarse castos, pues si no el culpable es colgado vivo de los cabellos de una peña llamada arauay (horca). Allí penan hasta morir (309).
Esta ordenado que quienes atentan contra el Inca o le traicionan fuesen hechos tambor de la piel de la persona, de los huesos flauta, de los dientes y muelas gargantilla, y de la cabeza mate de tener chicha (187,334). Esta pena es aplicada también a los prisioneros de guerra que no son perdonados a convertidos en yanacuna. El aborto es duramente castigado: Mandamos a la mujer que moviese a su hijo, que muriese, y si es hija, que le castiguen doscientos azotes y destierren a ellas... Mandamos que la mujer que fuese prostituta, que fuese colgada de los cabellos o de las manos en una peña y que le dejen morir allí".
El asesinato por defensa propia o por ira contra la mujer adúltera era mitigado.
Garcilaso de la Vega se encarga de confirmar que incluso los delitos leves solían acarrear la pena de muerte bajo los gobiernos incas. Se entiende entonces por qué la tasa de criminalidad era tan baja, pues hasta quienes robaban para comer eran ajusticiados. Resulta curiosa a este respecto una de las explicaciones ofrecidas por los incas en cuanto a la severidad que acarreaba este delito: "no hay necesidad de robar, pues todos tienen lo necesario". No obstante, su misma legislación criminal contemplaba la distinción entre quien robaba por necesidad y aquel que lo hacía por malicia, siendo más graves las consecuencias para este último. Evidentemente, el hambre existía y no era ninguna "sensación".

No fue, por tanto, como suele hacerse creer, un paraíso social donde los habitantes no robaban por amor al inca y por seguir preceptos morales inculcados, aprendidos o aprehendidos. Pues... ¿Quién en su sano juicio hubiera osado robar una mandarina con Stalin en el poder? No existían en estos gobiernos instituciones o reformatorios que se preocuparan y ocuparan, utilizando apropiados medios pedagógicos, en corregir a aquellos que habían obrado mal. No existían segundas oportunidades para nadie, ni ciertamente posibilidades de apelación por parte del individuo. Los jueces se encargaban simplemente de ejecutar las penas impuestas por el Estado, sin demora ni proceso posible. Esto mismo confirma Garcilaso en el segundo volúmen de su obra; en el capítulo que dedica a estos asuntos: Algunas leyes que los incas tuvieron en su gobierno.
Poman de Ayala cuenta las penas reservadas a los acusados de hechiceros, de la que no se salvaban ni los hijos:
(...) "curanderos, herberos, adivinos del pueblo, adivinos del Inka, los que engañan al mundo, los que guardan toda suerte de medicinas, culebras, sapos, perdices y objetos que matan la gente, a estos, maldita sean llévatelos, mátalos. Que se acaben en un campo de sangre con sus hijos y sus semejantes.
Que estos yndios murían con este castigo toda su casta yayllo y sus hijos y nietos. Escapaua los niños que fuesen de teta porque no sauía el oficio y anci se escapaua de la muerte. A estos no les esterrauan, que lo dex".
Las mujeres que violentaban su virginidad antes del matrimonio eran colgadas a un árbol de sus cabellos hasta que murieran. Así lo cuenta el mismo historiador:
"Y luego le sentenciaua que fuese colgado bibo de los cauellos en las peñas llamadas arauay, auqnue le uean hablar y conuersar o enbiar otro que le hablen por ellos, con color de pecar con los hombres. Uista luego les daua esta sentencia para exenplo de las demás uírgenes y monjas, aclla de sus dioses, porque no fuesen quebrantado su ley y boto de uirginidad. Aún el dicho Ynga y los pontífises no le osaron a hablalle y anci abía muchas uírgenes acllaconas. Si a estas les entrasen la ley de Dios, fueran sanctas de ellas. Castigo de los señores grandes y principales deste rreyno, como dicho es, y de los auquiconas yngas rreueldes, acimismo de los capac apoconas: El castigo fue la cárzel de sancay y se les parece enformación, les dan bibo para que coma los yndios Chunchos y se executa esta. Castigo de las señoras principalas y de coya (reina) y denustas (princesa), pallaconas (mujeres nobles, galanas): Les manda atormentar con toclla (lazo), uasca (soga) y ci le hallan culpada le dan a comer a los yndios Anti que lo coma biba; esta sentencia se executa. Castigo de las mugeres pobres: Ci les hallan culpadas, les echa en un rrío que uiene cricida, uatanay mayo (el río que ata). Allí se muere; esta sentencia se executa".

Aunque el peor de los castigos, el más espeluznante y sádico, haya sido tal vez el reservado a los prisioneros destinados a su particular régimen carcelario: muy singularmente a la tétrica prisión de Zancay, de la que nos hice el historiador inca antes citado: "El Zancay, cárcel perpetua, era para los traidores y para los que cometían grandes delitos... era una bóveda debajo de la superficie, muy oscura donde se criaban serpientes, pumas, tigres, osos, zorras, etc. Tenían muchos de estos animales para castigar a los delincuentes, traidores, mentirosos, ladrones, adúlteros, hechieros murmuradores contra el Inca. A estos los metían en la cárcel para que se los comieran vivos".
Sobre este singular régimen carcelario se expide también el Padre Iraburu: " (...) el zancay debajo de la tierra, hecho bóveda muy oscura, y dentro serpientes, culebras ponzoñosas, animales de leones y tigre, oso, zorra, perros, gatos de monte, buitre, águila, lechuzas, sapo, lagartos. De estos animales tenía muy muchos para castigar a los bellacos y malhechores delincuentes".
Allí eran arrojados "para que se los comiesen vivos", y si alguno, "por milagro de Dios", sobrevivía a los dos días, entonces era liberado y recibía del Inca honras y privilegios. "Con este miedo no se alzaba la tierra, pues había señores descendientes de los reyes antiguos que eran más que el Inca. Con este miedo callaban". Es poco probable que alguien haya podido tener la suerte de sobrevivir, ya que en aquellos hoyos hacinados enviaban a las fieras más endiabladas.
Para delitos menos graves existían otras cárceles, en las que si bien no había fieras en su inteiror, los reos no estaban exentos de la aplicación de tortura, particularmente de una que llamaban Chancnay Thocllauan Chipanay Uillaconanpac, que consistía, según un historiador peruano, en atar de manos y pies con un lazo y torcele para que este confiese, y en segunda imponer la pena correspondiente. Estos reos estaban incomunicados con el mundo exterior aunque, a diferencia de los de Zancay, recibían algo de alimento. Luego, finalmente, debemos mencionar que las cárceles destinadas a los provenientes de las altas castas, contaban con todo tipo de comodidades y prebendas.

La crueldad de los castigos propinados por los incas son testimoniados claramente por sus hombres y su mismo arte, desde vasijas de cerámica a esculturas líticas, donde observamos, además de una infinita tristeza, rostros desfigurados y sin ojos, labios y lenguas mutiladas, dedos y extremidades cercenados, etc.
Educación
El Estado, naturalmente, era quien detentaba el monopolio de la educación, sin tener los padres potestad absoluta sobre los hijos en esta materia, y a decir verdad, en casi ninguna. Los niños incas eran disciplinados severamente desde recién nacidos. Las madres no los tomaban nunca en brazos, les daban baños de agua fría, no les toleraban caprichos ni rebeldías, y quizá por motivo estético, les deformaban el cráneo, apretándolo entre dos planchas.
Parece que esta práctica fue también más o menos frecuente en algunos pueblos mesoamericanos, como prueban recientes hallazgos arqueológicos, donde se descubrió un cementerio de cerca de mil años, donde "algunos individuos presentan una deformación intencional en el cráneo", según informa el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.
La discriminación en la educación no era algo que los jerarcas incas tuvieran interés en esconder; más bien lo declaraban abiertamente, como Topac Inca Tupanqui, cuya máxima al respecto decía: "El saber no se hizo para el pueblo, sino para los de sangre ilustre. En las gentes de baja extracción, no hace más que ensoberbecerlas, y volverlas arrogantes y vanas. Estas no deben mezclarse en los asuntos del gobierno, pues harían despreciables los oficios y causarían perjuicios al estado".
Confirma este hecho el inca Garcilaso de la Vega:
"No es lícito que enseñen a los hijos de los plebeyos, las ciencias que pertenecen a los generosos y no más; porque como gente baxa no se eleven y ensoberuezcan y menoscaben y apoquen la República (...) gobernar no es de plebeyos".
A los hijos de los nobles se enseñaba, entre otras materias, astronomía, aritmética, geometría, medicina, quipu-grafía, historia, moral, religión y formación militar. A los del pueblo: pastoreo, barbecho, artesanía, técnica hidráulica, minería, obras públicas y quehaceres domésticos. He aquí entonces la enseñanza popular, libre y gratuita de los incas.
Los hombres provenientes del pueblo llano eran, en el mejor de los casos, considerados niños grandes; incapaces de cumplir con cualquier tipo de responsabilidad y de ejercer propiamente su libertad.
No hay que engañarse. La tan mentada, y por algunos admirada, divisa incaica Ama sua, ama lluclla, ama quella ("No robes, no mientas, no seas haragán" ), respondió a un modelo despótico y claramente oligárquico de dominación.
Si bien hasta hace relativamente poco tiempo se creía -sin discusión- que el incaico había sido el más desarrollado de cuantos pueblos habitaron el sur del continente hasta la llegada de los españoles, recientes estudios referentes a culturas anteriores a ellos no convalidan tal aserción. De lo que sí podemos estar seguros, es de su ilimitada ambición y voraz vocación bélica.
El imperio incaico apenas duró 100 años.
FUENTES:
1) LOS INCAS de Victor Wolfgang Von Hagen

2) LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS de Henri Lehmann

3) HISTORIA DE LA CONQUISTA DEL PERÃ? de Guillermo Prescott

4) BREVE HISTORIA DE AMÃ?RICA de Luis Alberto Sánchez

5) LA POBLACIÃ?N INDÃ?GENA Y EL MESTIZAJE EN AMÃ?RICA de Ã?ngel Rosenblat

6) NUEVA CORÃ?NICA Y BUEN GOBIERNO de Felipe Guaman Poma de Ayala

7) 1492, FIN DE LA BARBARIE Y COMIENZO DE LA CIVILIZACIÃ?N EN AMÃ?RICA de Cristian Rodrigo Iturralde

8) COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS del inca Garcilaso de la Vega

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